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las bellas cualidades del alma; pero más que al sol, no te asusten mis blasfemias, más que al sol, oh Glaura, amo á otro ser bienhechor, amo á Tulcomara. Oh Glaura, mi anciana Glaura, aquí quise aguardar á mi raptor, quería abrazarle aquí, así Glaura, así: un abrazo, un beso, beso y abrazo, abrazo y beso en continua alteración. Ah Glaura, el pensamiento tan sólo ya me hace la más feliz de los vivientes. Pero todo bien que experimentamos, es un precursor solamente de algo desagradable que se nos acerca.

Glaura. No, Tegualda, no estoy en eso de acuerdo contigo. En el bien, digo, alegrémonos del bien y en la desgracia nos fortalezca la esperanza de que el bien tendrá siempre que venir en pos de la desdicha, así como siempre el sol ha de volver á presentársenos, por más tormentuosa é inclemente la atmósfera se nos muestre.

Tegualda. Calla, Glaura, no quiero tus consejos.—Lanzad sobre mí vuestras armas hirientes, oh doncellas, desencadenad, oh dioses, todas las potencias destructoras de la naturaleza sobre mí, mas hacedlo en los brazos de Tulcomara; allí martirizadme, matadme, que ese martirio precursor de la muerte será que á la florida senda de mi vida á perdurable regocijo á encaminar pretende.

Glaura. ¡Tegualda, qué horribles exteriorizaciones! ¡Qué voces horripilantes se desprenden de tus labios hoy. No prosigas en esos conceptos. Dulces cantos, alegres voces y palabras cariñosas, y de vez en cuando una lágrima, que hacía aún mis bello tu rostro, cual un breve aguacero embellece aún más la naturaleza, eso es lo que de tí sólo se oía, lo que en tu semblante risueño se veia, ¿y hoy esas voces erisipelantes, esa tétrica mirada? No, mi Tegualda, así no te quiero. Sacude el peso que te agobia, y vuelve á ser mi Tegualda de siempre.

Tegualda. No quieres que tu mente vague por la misma senda que mi alma en vagar se regocija. Glaura, Glaura, estás trabajando en mi contra, Todo me abandona.

Glaura. Consolarte quiero, mi Tegualda. Esfuérzate á parecer alegre y lo estarás

Tegualda. Único consuelo para mí son las palabras: Tulcomara se acerca. Dí. Glaura, ¿vienes en realidad á prestarme dulce consuelo?

Glaura. Escúchame. Préstame atentos tus oídos un solo momento.

Tegualda. Calla más bien. No acrecientes el dolor que entre las sienes siento, con largas explicaciones que no pueden pres-