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que la constancia de Tegualda te anonade, te aniquile, te haga volver á las negras regiones de donde saliste. De tus imputaciones contra Tegualda, Tegualda será el juez, y fallada la cuestión á virtud de la inocencia de mi esposa, yo el alguacil seré que en tí á la agraviada parte justicia hará.

ESCENA III.
Hueñuyún sola.

Así también lo tengo yo por bien. Blasfemias tales regocijente. Si. Repréndeme, cual á tus ojos lo merezco; pero no me agobian el alma, no me deprimen el corazon los denuestos tuyos.—He cumplido mi misión, cual Pillán lo exigió de mí.—¡Oh débil Tulcomara! A Tegualda fuiste á tentar. Y aunque ella no caiga en esa tentación á que tu la sometes, ya basta para que á tí te achaquen perjurio, el haber tú considerado ineludiblemente necesario tentar á Tegualda. Aprestaos, pues, oh compañeros, á buscaros un asilo fuera del pecho de los hijos de Arauco. Lauquén desaparecerá. Y es mejor también que desaparezca. Si esta maravillosa ciudad en manos de los huincas cayera, que en otros dioses creen, muy pronto se nos echaría al olvido con los ignominiosos artificios de arrebatar á un pueblo el credo que la naturaleza le diera, y de apremiarle á aceptar otro que él no entiende, por no avenirse con sus costumbres y hábitos, ni con el suelo en que vive. Inmaculada no quedará la Ciudad Encantada, si no desaparece de la tierra, antes que el hálito de fanáticos convertidores incariales la toque. Si radiante sucumbe Lauquén, su resplandor el alimento será que nos tendrá con vida, que no nos hará desaparecer del corazón de los pocos que sobrevivirán la catástrofe, que de nosotros y de los fuertes araucanos contarán á los vencedores y á los descendientes de éstos durante todo los siglos que el sol alumbre estas regiones. Todas las generaciones que después poblarán á Chile, recordarán orgullosas la valentia y el fausto que en otros tiempos cupo á Chile. Y serán esa valentía y ese fausto el más bello ideal inmarcesible de los hijos de nuestra patria. Un ideal imperecedero que los enaltecerá, los hará subir grada á grada hasta el auge más encumbrado de la gloria que á los hombres les es dado alcanzar. Consigna sacrosanta de los de Chile será en los siglos venideros: O la victoria ó la muerte. Así habrá perennemente un Chile bello, fuer-