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sando en belleza y donaire, sobresale mi dulce patrona Domuche.—Te saludo extasiado, Domuche—A tus brazos siempre triunfantes me encomiendo y te ruego, no me prives de tu favor y afecto.—A una empero echo de menos: sin su donosa hija está Domuche. Hueñuyún, la gentil niña del cielo hace falta en ese divino conjunto.

Hueñuyún. Desapareced y dejadme á mí este palenque.—(Desaparece la vision y cesa el canto.)-Yo soy Hueñuyún. Hueñuyún te pide, que no la desprecies.

Tulcomara. ¡Oh vil blasfemia! Tu no eres Hueñuyún, mientras así puedas hablarme. Hueñuyún no pretende deshacer los lazos del matrimonio, como tú te afanas en hacerlo, siendo única ocupación suya el juntar á los jóvenes, para que su madre Domuche los aúna. Los lazos con que Domuche á mí y á Tulcomara ha de unir, no pretenderá desmembrar Domuche.

Domuche. Tegualda no te ama; si ella efectivamente sintiera amor por ti, ella no haría esperarte tanto.

Tulcomara. ¿Qué exteriorizaciones ésas son que de tus labios se desprenden? No las entendí claramente. Repítemelas.

Hueñuyún. No vendrá Tegualda, ya que muy entretenida está en su risueño aposento.

Tulcomara. Novicia en el arte mágico, según entiendo, eres, Gracolana. La cuerda dúctil, seducción llamada, tú la estiraste demasiado, y saltó. La irresolución que ya en mis venas empezaba a fomentar un campo propicio para tus pretensiones, tú misma torpemente la desvaneciste. No obstante me interesas, oh Gracolana. ¿Dírásme, si, en que quisieras ver de muy buen grado ocupada á Tegualda?

Hueñuyún. Tegualda no está sola.

Tulcomara. Glaura, su fiel compañera, estará como siempre á su lado.

Hueñuyún. En brazos del amor, oh Tulcomara, de tí burlándose está Tegualda.

Tulcomara. Todo el ambiente ya lo emponzoñaste, vil mujer, ¿y quieres aun emponzañar mi pecho, por el solo hecho de que aun exento de ponzoña está? Hija ruín de Epunamún. Ya te comprendo. Mis caricias, tú las quieres, y para que no las prodigue yo á Tegualda, tú te afanas en alejarme de ella. Te engañaste, bruja. Erró su blanco el dardo que lanzaste. Alzar la mano contra tí, sería envilecerme. Quédate tu con tus palúdicas aspiraciones, que yo voime á tentar á Tegualda, así como por tí fui tentado yo. Lo haré para