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Mareg. Lo que acabas de narrarme y lo que te ha acontecido al llegar aquí, es la contraseña que, un huecubu mediante, Pillán me ha dado, para que reconociera á mi sucesor.

Tulcomara. ¿Y mi entrevista con esa doncella también entra en ese oráculo?

Mareg. Se había presagiado también ese encuentro tuyo con Tegualda, mi hija

Tulcomara. Tegualda mía. Los dioses me la prometieron, ¿y tú me la niegas por ventura?

Mareg. No. Tegualda sea tuya. Te la doy, mas no sin cierta condición, propuesta por Pillán, para probar tu ánimo.

Tulcomara. Dime esa condición. No puede el aceptarla ser más infausto que vivir sin Tegualda.

Mareg. Prometerás antes que Tegualda se te adjudicare, amarla siempre sin falsedad ni celos. Ella jamás te dará motivo para que puedas recelar de su fidelidad conyugal, y si los tentadores alcanzaren á embelesarla, en el postrer momento los dioses acudirán á protegerla. ¿Aceptas?

Tulcomara. Acepto.

Mareg. Dame la mano. Tuya sea pues Tegualda, y á la vez que te la entrego, te prevengo, que al cumplimiento de tu juramento han unido los dioses la suerte de esta villa, por manera que si no te muestras perjuro, ella existirá mientras tú vivieres y los tuyos. Mas si el nuevo ulmén faltare á su promesa, con él desaparecerá también de la tierra la ciudad ajada por el mismo ulmén.

Tulcomara. Aunque no fuere tan duro el castigo, verás que sé cumplir con lo que prometo. Mas he de advertirte aún, que no poseo caudales para pagarte la preciosa mercancía que en tu hija me cedes.

Mareg. Es por eso que tu matrimonio no se celebrará merced á una paga sino por medio de un rapto. Y es forzoso que mañana al despuntar el día me arrebates á mi hija.

Tulcomara. ¿Mañana mismo? y no sé, donde ella suele presentarse en el bosque, ni tengo amigos aquí, donde como enemigo penetré, que pudieran ayudarme en ese rapto.

Mareg. En eso no me es dable aconsejarte. Es del novio el buscarse buen camino para alcanzar sus fines.

ESCENA VII.
Los anteriores. Entran tres doncellas con los objetos que á continuación se nombrarán.

Mareg. ¡Ah! Os ha advertido Colca, según le pedí que lo hiciera.