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nuestras costumbres somos robustos, alegres, longevos y leales, nos tienen las demás naciones por salvajes, porque no queremos adoptar sus hábitos y prácticas que, si las admitiéramos, muy pronto trocarían en nosotros la robustez en debilidad, la salud en enfermedad, la alegría en inquietud y codicia de riquezas, el largo vivir en muerte anticipada y lealtad en insidia y el prurito de atropellar á otros.—Tú, mancebo, conténtate con la civilización que en Arauco adquiriste, y sé siempre á los ojos de los huincas un salvaje que según ellos no tiene Dios, porque no tiene templos; que no tiene moral, porque te creen sin religión; que no tiene buenas costumbres por presunta falta de moral; y que no puede ser sino un salvaje, ya que el razonamiento de ellos les dice, que no tiene buenas costumbres. La lógica es ésta de aquéllos que tienen interés en probar que somos brutos. Nosotros no necesitamos más civilización que la que tenemos y con la cual nos sentimos siempre más felices que ellos, los huincas. El huinca empero necesita una civilización especial en provecho de la insaciabilidad de sus aspiraciones.—¡Oh mancebo! presta tú tus brazos siempre para mantener lejos de aquí á aquellas gentes del norte que por sacar provecho de nosotros y de nuestro país, dicen que sus costumbres son más propicias para la adquisición de la felicidad, y pretenden por vía de compasión inculcarnos sus costumbres, sus leyes é instituciones, su modo de pensar y sus dioses, disfrazando de este modo sus insidiosas pretensiones que de fuente tienen la codicia, la inquietud, el hambre y la manía de subversión. ¡Ay! vosotros, huincas obcecados, que nos tenéis por ignorantes, porque no es nuestro saber vuestro saber, que nos tenéis por supersticiosos, porque las pocas supersticiones de nuestra gente difieren de las muchas supersticiones que las mentes de vuestros pueblos han forjado, que nos creéis faltos de honor y de virtudes, sólo porque á vosotros muchas de nuestras virtudes y los sentimientos nuestros de honor faltan—consideradlo bien: no somos nosotros á quienes felicidad falta. Vivimos nosotros contentos en nuestros valles y nos sentimos felices con lo que poseemos; no así vosotros; un prurito morboso é insaciable, os niega la quietud y por consiguiente os niega la felicidad. Los de Arauco no necesitan al forastero para ser felices; se contentan con lo que su país les da; pero el huinca está poseído de la vana, morbífica creencia de que le es preciso poseer á Arauco para colmarse de felicidad en sentido incásico. No son pues