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el comercio leal con los pueblos amigos; pero tiene Chile también riqueza inmensa en la robustez y el amor patrio de sus hijos, para poner valla á la mórbida inquietud rapaz de los incariales.

Todos los varones. ¡Así es! ¡Así sea! Así siempre lo demostraremos.

Epul. ¡Oh, Lauco! Esa victoria que alcanzaron los nuestros á orilas del Maule, cuán pronto la veremos vengada. Esa guerra estallada en el Perú no puede ser de larga duración. Si no la muerte de uno de los caudillos, será un avenimiento pacífico en que rematará esa contienda civil. El uno desquitará al otro con la creación de otro poderío. Y ese nuevo reino incásico se asentará en la fértil faja de tierra que estos mares australes bañan.

Lauco. Así será el plan de ellos, pero el realizarlo no será tan fácil, pues aquéllos, á cuyas plantas encorvarse vemos las esclavizadas cinturas de centenares de pueblos, hecho han la cuenta sin los héroes en cierne de los indígenas de Chile, de quienes la divisa sacra se contiene en estos términos: sé hospitalario y afable para con todos, ama á tu patria sobre todas las cosas, estima al extranjero en cuanto sus méritos lo merezcan y en cuanto pueda servirte de norte ó espejo; pero por lo que de otros países propio es, no olvides que tus lares quieren ser libres—libres en el pensar, libres en el trabajar y libres de extraño yugo en su paradisíaco país.—Que arriben los huincas á las playas de Arauco, que Arauco guardar la incolumidad de sus riberas sabrá.

Epul. ¿Pero cuánto tiempo lo podrá? Cual alud aplastador caerán los pueblos forasteros sobre Chile, y del Arauco de hoy ni un vestigio quedará.

Lauco. No muestres desconfianza. Vencer sabremos en unión de nuestros aliados, Y tú, presunto toqui en la próxima contienda, impele á los pobladores de Lauquén á que se apremien á aunarse con los demás pueblos chilenos. Haz encender en las cumbres de estas comarcas las luminarias nocturnas que á la lid llaman á los vecinos; acepta la flecha ensangrentada que del norte nos envían, y hazla correr hacia el sur, para que todo Chile se vea congregado bajo un solo toqui, formando así una compacta, fuerte, irresistible y aterradora valla hacia el norte y el poniente, como la forman hacia el oriente los Andes inexpugnables.—Partamos volemos y afilemos las puntas de nuestras lanzas en los cantos del Huelén. Alumbrarános de día el benéfico astro