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LA VIDA

frontales! Estos seres tan pacíficos se complacen en tener panoplias belicosas, como si quisieran guerrear, ellos, inofensivos. Muchos llevan en la cabeza cuernos amenazadores. Citemos un cornudo de éstos, cuya historia nos va a ocupar de manera especial. Es el Onthophagus toro —Onthophagus taurus— vestido enteramente de negro. Está dotado de dos largos cuernos graciosamente encorvados hacia los lados. No hay toro, entre los predilectos de las montañas de Suiza, que lleve cuernos comparables en elegancia y curvatura a los de nuestro Onthophagus.

El Onthophagus es un artista muy mediano; su nido es obra rudimentaria, casi vergonzosa. De las seis especies, criadas en mis bocales y tiestos, los obtengo con profusión. El Onthophagus toro por sí solo me suministra casi un ciento, y no encuentro dos exactamente semejantes, como deberían serlo piezas salidas del mismo molde y de la misma oficina.

A este defecto de exacta similitud, más o menos acentuada, se añade la incorrección de formas. No obstante, es fácil reconocer en el conjunto el prototipo conforme al cual trabaja el torpe nidificador. Es un odre en figura de dedal dispuesto verticalmente, el casquete esférico abajo, la abertura circular arriba.

El insecto se establece a veces en la región central de mis aparatos, en el seno de la masa terrosa. En este caso en que la resistencia es igual en todos sentidos, la configuración utricular es bastante precisa; pero el Onthophagus, que prefiere las bases sólidas a los apoyos polvorientos, edifica generalmente contra las paredes del bocal, sobre todo la del fondo. Si el apoyo es vertical, el saquito es un corto cilindro seccio-