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LA VIDA

cuta el trabajo químico, el panadero y el Copris esperan. El tiempo del insecto es largo, una semana por lo menos.


Bolita del Copris. Fase inicial.
Ya ha fermentado. El panadero subdivide la masa en pedazos, cada uno de los cuales será un pan. El Copris hace lo mismo. Por medio de un corte circular hecho por la cuchilla de la caperuza y la sierra de las patas anteriores, desprende de la pieza un pedazo de volumen reglamentario. Y en este corte de tajo no hay vacilaciones ni retoques que aumenten o disminuyan. De una vez y de un solo corte se obtiene el pedazo del tamaño requerido.

Se trata ahora de modelarlo. Enlazándolo como mejor puede con sus cortas patas, tan poco compatibles, al parecer, con semejante trabajo, el insecto redondea el pedazo utilizando solamente la presión. Muévese gravemente sobre la píldora informe todavía, sube y baja, vuelve a la derecha y a la izquierda, arriba y abajo; oprime metódicamente un poco más por aquí, un poco menos por allá; retoca con inalterable paciencia, y véase que al cabo de veinticuatro horas el pedazo anguloso se ha convertido en esfera perfecta del tamaño de una ciruela. En un rincón de su taller, lleno de obstáculos, el rechoncho artista, que apenas tiene sitio para moverse, ha terminado su obra sin sacudirla ni una vez sobre su base; con tiempo y pa-