y amasado en un solo bloque los numerosos fragmentos que entraron uno tras otro; con todas aquellas partículas ha hecho una pieza homogénea; batiéndolas, amalgamándolas y pisoteándolas. Muchas veces sorpendo a la panadera encima de la colosal hogaza, a cuyo lado la píldora del escarabajo hace triste figura; va y viene por la convexa superficie que a veces tiene un decímetro de diámetro; golpea la masa, la afirma y la iguala..
No puedo dar mas que una ligera ojeada a tan curiosa escena, porque la pastelera, en cuanto lo advierte, se desliza a lo largo de la pendiente curva y se esconde bajo el pastel.
Para seguir el trabajo más adelante y estudiarle en sus detalles íntimos hay que usar de algún artificio. La dificultad es casi nula. Sea que mi largo trato con el escarabajo sagrado me haya hecho más hábil en disponer medios de investigación, sea que el Copris, menos circunspecto, soporte mejor las molestias de una estrecha cautividad, lo cierto es que he podido seguir sin el menor contratiempo todas las fases de la nidificación. Dos medios son los empleados; aptos para instruirme cada uno de ciertas particularidades.
Conforme las jaulas van suministrándome algunos grandes pasteles, los saco de las madrigueras junto con la madre y los dispongo en mi gabinete. Los recipientes son de dos clases, según deseo obscuridad o luz. Para la luz empleo bocales de vidrio, cuyo diámetro es casi como el de las guaridas, o sea unos doce centímetros. En el fondo de cada uno de ellos hay una delgada capa de arena fresca, muy insuficiente para que el Copris pueda enterrarse, pero conveniente para evitar al insecto el apoyo resbaladizo del vidrio y