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DE LOS INSECTOS

te estropeada en antiguas edades, ¿qué no sería de los otros miembros si llegasen a perder también por acaso su apéndice terminal, menudo filamento sin vigor, de servicio casi nulo, y, por su delicadeza, causa de enojosos conflictos con la aspereza del suelo?

El escarabajo, que no es trepador, sino simple peatón que se apoya en la punta de un bastón con regatón de hierro, quiero decir, en la sólida espina de que está armada la punta de la pata, y no tiene que sostenerse por medio de garfios de alguna rama suspensora, como hace el abejorro, me parece que le sería muy ventajoso deshacerse de los cuatro dedos restantes, ociosos en la marcha e inactivos en la confección y el acarreo de la píldora. Sí, sería un progreso, por la sencilla razón de que cuanto menos presa se deje al enemigo, mejor. Queda por saber si el azar produce algunas veces tal estado de cosas.

Lo produce, en efecto, y con mucha frecuencia. A fines de verano, en octubre, cuando el insecto está extenuado de tantas excavaciones, acarreo de bolitas y modelado de peras, los mutilados, inválidos del trabajo, forman la gran mayoría. Así, en mis jaulas como en el campo veo todos los grados de amputaciones. Unos han perdido totalmente los dedos de las cuatro patas posteriores; otros conservan pedazos de ellos, un par de artejos o uno solo; los menos estropeados conservan algunos miembros intactos.

Aquí tenemos la mutilación invocada por la teoría. Y conste que este accidente no ocurre a intervalos lejanos, sino que todos los años dominan los mutilados en la época en que van a tomar sus cuarteles de invierno. Y en sus trabajos finales no los veo más embarazados que los que han