su propia alimentación no obraría de otra manera.
Cuando juzga que la bola es bastante voluminosa, si el lugar no le conviene para cavar la madriguera se pone en marcha con su carga rodadiza y anda a la ventura hasta que encuentra un sitio propicio. Durante el trayecto, la píldora, sin perfeccionarse como esfera perfecta que era al principio, se endurece un poco en la superficie, y en ella se incrustan granitos de arena y tierra. Esta corteza terrosa, recogida en el camino, es señal auténtica de un viaje más o menos lejano. Este detalle tiene su importancia y pronto nos será útil.
Otras veces, el insecto encuentra lugares que le gustan para cavar la cripta, muy cerca del montón de donde ha extraído el pedazo. El suelo, poco pedregoso, es de fácil excavación. En este caso no es necesario el viaje, ni tampoco la bola favorable para el acarreo. Coge el blando bizcocho de las ovejas y lo almacena tal como está, entra en el taller en masa informe, toda de una pieza, o bien en pedazos, si es necesario.
Este caso es raro en el estado natural, a causa del terreno, generalmente rico en cascajo. Los sitios en que pueda cavarse sin dificultad están muy diseminados, y el insecto tiene que errar con su carga para encontrarlos. En cambio, en mis jaulas, cuya capa de tierra está expurgada en el tamiz, es, por el contrario, el caso habitual. En todos los puntos es fácil la excavación, y la madre, que trabaja para poner, se limita a enterrar el pedazo próximo, sin darle forma alguna determinada.
Pero efectúese el almacenamiento sin bola y acarreo previos, en el campo o en mis jaulas, el