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LA VIDA

te vivificador, la cáscara del huevo del ave está acribillada de infinidad de poros. Pues bien; la pera del escarabajo es comparable al huevo de la gallina.

Su cáscara es la corteza endurecida por compresión, a fin de evitar la desecación demasiado rápida; su núcleo nutritivo, su yema, su vitelo, es la blanda bola encerrada en la corteza; su cámara aérea es la habitación terminal, el nicho del cuello, donde el germen está por todas partes rodeado de aire. ¿Dónde estaría mejor este germen, para los cambios respiratorios, que en su cámara de nacimiento que, en forma de promontorio, se hunde en la atmósfera, dejando libre juego al vaivén gaseoso a través de su delgada pared, fácilmente permeable, y sobre todo, a través del fieltro de raeduras en que termina el mamelón?

Por el contrario, en el centro del montón es muy difícil la aireación. La corteza endurecida no posee los poros de la cáscara de un huevo, y el núcleo central es de materia compacta. No obstante, también penetra el aire, puesto que el gusano vivirá pronto allí, gusano de organización robusta, menos exigente que los primeros estremecimientos de la vida.

Estas condiciones, aire y calor, son de tal modo fundamentales, que no hay escarabajo alguno entre los peloteros que las olvide. Los montones nutritivos son de forma variada, como tendremos ocasión de ver; hay géneros de escarabajos que además de la pera, adoptan el cilindro, el ovoide, la píldora y aun el dedal; pero en medio de esta diversidad de configuración, permanece constantemente un rasgo de primer orden: el huevo alojado en una cámara de nacimiento, muy cerca de la superficie, excelente medio para el ac-