Página:Jean-Henri Fabre - La vida de los insectos.djvu/39

Esta página ha sido corregida
33
DE LOS INSECTOS

recidas. Quedaba un espeso cascarón, especie de marmita sin salida, en la que se había cocido y arrugado el miserable.

Si en aquel cascarón, convertido en piedra por la desecación, perece de hambre el gusano, también perece el insecto cuando han terminado sus transformaciones, porque es incapaz de romper el recinto para salir. Como más adelante he de tratar de la liberación final, no insistiré más en este punto. Ocupémonos únicamente en las miserias del gusano.

Decíamos que la desecación de los víveres le es fatal. Así lo afirman las larvas halladas cocidas en su marmita; así lo afirma, de manera más precisa, el siguiente experimento: En julio, época de activa nidificación, instalé en cajas de cartón o de abeto una docena de peras exhumadas del lugar de origen aquella misma mañana. Estas cajas, bien cerradas, las deposité a la sombra, en mi gabinete, donde reinaba la temperatura del exterior. Pues bien; en ninguna dió resultados la crianza; en unas se marchitó el huevo, en otras salió el gusano, pero no tardó en perecer. En cambio, en otras peras puestas en cajas de hojalata y en recipiente de vidrio, las cosas marcharon muy bien; ni una cría fracasó.

¿De dónde provienen estas diferencias? Sencillamente de esto; con la alta temperatura de julio la evaporación es rápida bajo la pantalla permeable del cartón o del abeto; la pera alimenticia se seca, y el gusanillo perece de hambre. En las cajas impermeables de hojalata y en los recipientes de vidrio, convenientemente cerrados, no hay evaporación; los víveres conservan su blandura y los gusanos prosperan tan bien como en la madriguera natal.

La vida de los insectos.
3