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LA VIDA

de él nos formamos. Desaparecida la idea, todo es estéril, caos, nada. Un montón de hechos no es la ciencia; es un frío catálogo, y hay que deshelarlo y vivificarlo en el foco del alma. Precisa hacer intervenir la idea y las luces de la razón; hay que interpretar.

Deslicémonos, pues, por esta pendiente para explicar la obra del escarabajo. Acaso prestemos al insecto nuestra propia lógica, y no será menos notable, después de todo, ver concordar maravillosamente lo que nos dicta la razón con lo que el instinto dicta al animal.

Un grave peligro amenaza al escarabajo sagrado bajo su forma de larva: la desecación de los víveres. La cripta en que pasa la vida larvar tiene por techo una capa de tierra de un decímetro de espesor poco más o menos. ¿Qué puede esta delgada pantalla contra los calores caniculares que calcinan el suelo y lo cuecen como ladrillo a profundidades mucho más considerables? La mansión del gusano adquiere entonces una temperatura abrasadora; cuando meto en ella la mano siento efluvios de estufa.

Los víveres, por poco que hayan de durar, tres o cuatro semanas, están expuestos a secarse antes de tiempo y aun a hacerse incomibles. Y cuando en lugar del pan tierno del principio el insecto encuentre bajo el diente una corteza ingrata e inatacable por su dureza de guijarro, el desgraciado tendrá que perecer de hambre, y perece en efecto.

Yo he encontrado, y en gran número, estas víctimas del sol de agosto, que, después de haber empezado los víveres frescos y haberse abierto en ellos una habitación, sucumbieron por no poder morder las provisiones demasiado endu-