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LA VIDA

por la corriente voltaica. En una palabra, se comportan exactamente igual que los coleópteros sacrificados por el Cerceris: hay identidad completa entre el estado en que el capturador sumerge a sus víctimas y el que se produce a voluntad hiriendo los cuatro centros nerviosos torácicos con amoníaco. Ahora bien; como es imposible atribuir a la gotita inoculada la conservación perfecta del insecto durante un tiempo tan largo, hay que rechazar toda idea de licor antiséptico y admitir que, a pesar de su profunda inmovilidad, el animal no está realmente muerto, sino que le queda todavía un resplandor de vida que mantiene algún tiempo los órganos en su frescura normal, pero que los abandona poco a poco para entregarlos al fin a la corrupción. Por otra parte, en algunos casos, el amoníaco no produce el anonadamiento completo de los movimientos más que en las patas, y entonces, quizá por no haberse extendido bastante la acción deletérea del líquido, las antenas conservan un resto de movilidad; y aun al cabo de un mes después de la inoculación se ve que el animal las retira con vivacidad al menor contacto; prueba evidente de que la vida no ha abandonado por completo este cuerpo inerte. Este movimiento de las antenas no es raro tampoco en los gorgojos heridos por el Cerceris.

La inoculación del amoníaco detiene siempre en el acto los movimientos de los escarabeideos, gorgojos y Buprestis; pero no siempre se logra poner al animal en el estado que acabo de describir. Si la herida es demasiado profunda, si la gotita vertida es demasiado fuerte, la víctima muere realmente, y al cabo de dos o tres días se tiene un cadáver infecto. Si la picadura es demasiado débil, el animal, después de un tiempo más o me-