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LA VIDA

más, las funciones características de la animalidad se tornan más perfectas y, por consiguiente, ¡ay!, más vulnerables. Tal es, pues, la presa que conviene a los Cerceris. Estos coleópteros de centros motores tan próximos que se tocan, y aun reunidos en una masa común y, por lo tanto, solidarios uno de otro, serán paralizados inmediatamente de un solo aguijonazo, o si se requieren varios lancetazos, los ganglios estarán todos reunidos bajo la punta del dardo.

Estos coleópteros, presa eminentemente fácil de paralizar, ¿cuáles son? Tal es la cuestión. Aquí no basta la ya alta ciencia de un Claudio Bernard, que domina las generalidades fundamentales de la organización y de la vida, porque no podría informarnos ni guiarnos en esta elección entomológica. Me remito a todo fisiólogo bajo cuyos ojos puedan caer estas líneas. ¿Le sería posible decir en qué coleópteros puede encontrarse tal organización nerviosa, sin recurrir a los archivos de su biblioteca? Es más, ¿sabría encontrar al instante los datos deseados, aun acudiendo a la biblioteca? Porque ahora entramos ya en los minuciosos detalles del especialista; hemos abandonado la carretera para entrar en el sendero conocido de muy pocos.

Estos documentos necesarios los encuentro en el hermoso trabajo de M. E. Blanchard sobre el sistema nervioso de los insectos coleópteros [1]. En él veo que la centralización del aparato nervioso es patrimonio de los escarabeideos en primer lugar; pero casi todos son demasiado grandes: el Cerceris no podría quizá ni atacarlos ni llevárselos; además, muchos de ellos viven en las

  1. Annales des sciences naturelles, 3.ª serie, tomo V.