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LA VIDA

de noche los alrededores del domicilio en busca de píldoras que han de servir para amasar el pan de sus hijos.

A veces se encuentran madrigueras próximas. ¿No puede equivocarse de puerta el colector de vituallas, cuando regresa, y penetrar en casa ajena? ¿No puede ocurrirle que en sus expediciones se encuentre algunas paseantes, no establecidas aún, y entonces, olvidando su primera compañera, sea cosa de divorcio? El caso merecería examen y he procurado resolverlo de la manera siguiente:

Extraigo del suelo dos parejas en pleno período de excavación. Indelebles señales hechas con la punta de una aguja en el borde inferior de los élitros me permitirán distinguirlas. Distribuyo los cuatro al azar, uno a uno, en la superficie arenosa de un par de palmos de espesor. Semejante suelo será suficiente para las excavaciones de una noche. Para el caso en que se necesiten víveres extiendo un puñado de boñiguitas de oveja. Un amplio lebrillo invertido cubre la arena, pone obstáculo a la evasión y da obscuridad, favorable al recogimiento.

Al día siguiente soberbia respuesta. Dos madrigueras solas se ven en el establecimiento; las parejas se han vuelto a formar tal como estaban antes, cada macho ha encontrado su hembra. Otra prueba hecha al día siguiente, y después la tercera, dan el mismo resultado: los marcados con un punto están juntos, los no marcados están también juntos en el fondo de la galería.

Otras cinco veces los obligo a recomenzar el establecimiento de la casa. Ahora se estropean las cosas. Unas veces se establecen aparte cada uno de los cuatro; otras encuentro los dos machos