Página:Jean-Henri Fabre - La vida de los insectos.djvu/129

Esta página ha sido corregida
117
DE LOS INSECTOS

ofensiva? ¿Es peligrosa? En la duda, lo mejor es que desaparezca. Así parece haberlo comprendido la sabiduría antigua, mucho antes de que el microbio nos hubiese explicado cuán necesaria es en esto la vigilancia. Los pueblos de Oriente, más expuestos que nosotros a epidemias, conocieron leyes formales respecto de tal objeto. Moisés, eco, al parecer, de la ciencia egipcia en esta circunstancia, codificó la manera de proceder, cuando su pueblo iba errante por los desiertos de Arabia. «Para tus necesidades naturales, dice, sal del campo, toma un palo puntiagudo, haz un agujero en el suelo, y cubre la basura con la tierra extraída» [1].

Ordenanza de grave interés en su sencillez. Es de creer que si el islamismo, en sus grandes peregrinaciones a la Kaaba, tomara semejante precaución y algunas otras similares, la Meca dejaría de ser anualmente un foco colérico y Europa no necesitaría establecer guardias en las orillas del mar Rojo para librarse del azote.

El aldeano provenzal, indiferente en cosas de higiene, como el árabe, uno de sus antepasados, no se da cuenta del peligro. Pero, felizmente, trabaja el escarabajo pelotero, fiel observador del precepto mosaico, al cual le corresponde hacer desaparecer y enterrar la materia con microbios. Provisto de herramientas para cavar, muy superiores al palo puntiagudo que el israelita debía llevar en el cinturón cuando asuntos urgentes le llamaban al campo, acude en cuanto el hombre

  1. Habebis locum extra castra, ad quem egrediaris ad requisita naturæ. Gerens bacillum in balteo; cumque sederis, fodies per circuitum, et egesta humo operies (Deuteronomio, CXXIII, versículos 12-13).