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LA VIDA

turistas, quienes, poco cuidadosos casi siempre de la eufonía, esta vez han mudado de parecer para poner a la cabeza de sus diagnosis las denominaciones de Melibea, Títiro, Amintas, Corydon, Alexis y Mopsos. Aquí encontramos toda la serie de nombres bucólicos hechos célebres por los poetas de la antigüedad. Las églogas virgilianas han suministrado su vocabulario para la glorificación de los escarabajos peloteros.

¡Qué celo alrededor de una misma boñiga! Los aventureros que acuden de las cuatro partes del mundo jamás pusieron tal fervor en la explotación de un placer californiano. Antes de que el sol apriete, allí están a cientos, grandes y pequeños, todos revueltos, de todas las especies, de todas formas, de todos tamaños, apresurándose por arrancar una parte del pastel común. Los hay que trabajan a cielo abierto y raen la superficie; otros se abren galerías en el espesor mismo del montón en busca de filones más selectos; los hay que explotan la capa inferior para enterrar inmediatamente su botín en el suelo subyacente; y algunos, los más pequeños, desmigan en un lugar apartado un pedazo desprendido de las grandes excavaciones de los colaboradores mayores. Otros, los últimos que llegan, y, sin duda, los más hambrientos, se comen el manjar allí mismo; pero el mayor número de ellos procura establecer un depósito que les permita pasar largos días en la abundancia, en el fondo de un escondrijo seguro. Una boñiga reciente y a punto no se encuentra siempre que se quiere en medio de las estériles llanuras del tomillo; semejante ganga es una verdadera bendición del cielo; sólo a los favorecidos por la suerte puede tocarles tal premio, y, por eso, las riquezas encontradas hoy las guardan