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LA VIDA

una temperatura moderada, y aun fría, en la época de la ninfosis, se realiza por doquiera sin intervención de nuestros artificios.

Ahora bien; ¿qué resulta de este aumento de duración puesto al servicio del trabajo orgánico? ¿Madura el cuerno prometido? De ninguna manera, sino que se marchita lo mismo que bajo el estimulante de un buen sol. Los archivos de la entomología jamás han hablado de un Onthophagus que llevase un cuerno en el protórax. Nadie sospecharía siquiera la posibilidad de semejante armadura si yo no hubiese desflorado el extraño aparato de la ninfa. La influencia del clima no interviene aquí para nada.

Si ahondamos más, la cuestión se complica; las cornamentas del Onthophagus, del Copris, del Minotaurus y de otros muchos son adorno exclusivo del macho; la hembra está desprovista de ellas o lleva solamente modestas reducciones. En estos productos córneos debemos ver atavíos más que instrumentos de trabajo. El macho se presenta bello para las nupcias, y a excepción del Minotaurus, que fija y mantiene con su tridente la seca píldora que ha de despedazar, no conozco otros que utilicen su armadura como herramienta. Cuernos y horcas de la frente, crestas y lúnulas protórax, son joyas de la coquetería masculina y nada más. Para atraer a los pretendientes, el otro sexo no tiene necesidad de semejantes atractivos; la feminidad le basta, y el adorno se descuida.

He aquí ahora lo que nos hace reflexionar. La ninfa del Onthophagus del sexo femenino, ninfa de frente inerme, lleva en el tórax un cuerno vítreo, tan largo y rico en promesas como el del otro sexo. Si esta última excrecencia es un pro-