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DE LOS INSECTOS

tuna, buena o mala, comparados con aquéllos, nos parecen de mediano interés. Mas estos otros son casi todos; que yo sepa, en la fauna de nuestros países no hay mas que, otro ejemplo de insectos que preparan a sus familias víveres y alojamiento, como lo hacen los colectores de miel y los que entierran a esportillas la caza.

Y, cosa extraña, estos émulos en delicadezas maternas de la gente apiaria que liba en las flores son cabalmente los escarabajos peloteros, explotadores de basura, saneadores de los céspedes contaminados por el rebaño. De manera que para volver a encontrar madres abnegadas y de fértiles instintos hay que pasar de las corolas perfumadas del jardín al montón de boñigas dejadas por el mulo en la carretera. En la Naturaleza abundan semejantes antítesis. ¿Qué es para ella lo que nosotros reputamos feo o bello, limpio o sucio? Con la inmundicia crea la flor; de un poco de estiércol nos extrae el grano bendito del trigo.

Los escarabajos peloteros, a pesar de su puerco trabajo, ocupan muy honroso rango. Con su tamaño, aventajado en general; su vestido severo, de brillo irreprochable; su apostura repleta, recogida en su corto espesor, y su extraña ornamentación, ya de la frente, ya del tórax, hacen excelente figura en las cajas del coleccionista, especialmente cuando a nuestras especies, casi siempre de color negro de ébano, se añaden algunas especies tropicales en que fulguran los resplandores del oro y las rutilancias del cobre bruñido.

Son huéspedes asiduos de los rebaños, y por eso muchos exhalan suave olorcillo de ácido benzoico, el aroma de los apriscos. Sus costumbres pastoriles llaman la atención de los nomencla-