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VII


Los Onthophagus.

Estéril promesa

En el borde anterior del protórax de la ninfa del Onthophagus toro se yergue un cuerno impar, tan potente como los otros dos y configurado en forma de cilindro terminado en un botón cónico. Se dirige hacia delante y se mete en el centro de la media luna frontal, que desborda un poco. Es una disposición magnífica y original. Los grabadores de jeroglíficos parece que en él vieron la media luna de Isis en que se sumerge el promontorio del mundo.

Otras rarezas completan la curiosa ninfa. El vientre está armado a derecha e izquierda de cuatro cornículos semejantes a espinas de cristal. Total: once piezas en la panoplia, dos en la frente, una en el tórax, ocho en el abdomen. La bestia de otros tiempos se complacía en la posesión de extraños cuernos; ciertos reptiles de las épocas geológicas se ponían un espolón puntiagudo sobre el párpado superior. El Onthophagus, más audaz, se pone ocho a los lados del vientre, además del chuzo que se implanta en la espalda. Los cuernos frontales, de uso bastante frecuente, pasen; mas ¿para qué quieren los otros? Para nada. Son fantasías pasajeras, joyas de la primera ju-