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74 PANORAMAS DE LA VIDA

Eduardo tiene razon: era tiempo de que todo esto acabase.

Queriendo tomar algunos billetes de banco, abrió por distraccion una gaveta llena de cartas.

Al verlas, Enrique retiró bruscamente la mano, cual si hubiera tocado un áspid.

Pero una fuerza superior á su cólera lo atrajo de nuevo hácia ellas. Abríalas una á una, y leia su última frase:

Tuya! Tuya!—Sí! pero á condicion de ser caprichosa, coqueta, altiva, exigente, y de no dar jamás explicacion de los misterios de mi conducta! —

Y Enrique, indignándose de mas en más al éco de su propia voz, las estrujaba entre sus dedos: Pero luego, el suave olor del lirio que de aquellas cartas se exhalaba, un delicioso mirage, el mirage del pasado, surjió en su mente, con sus encantadas horas de intimidad y de abandono, al lado de una mujer idolatrada; sus juegos, en que ambos se tornaban niños; sus querellas, que estrechaban cada vez mas los lazos de su amor!

Y, sin embargo, todo habia acabado, y; no debian volver á verse los que asi habian vivido de una sola vida, no teniendo los dos sino un solo pensamiento, un solo anhelo, una sola voluntad.

Y Enrique se preguntó que haria en adelante de su existencia dividida, trunca, vacía de la felicidad que