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inusitados golpes de acicate, venian de vez en cuando á lastimar sus lucientes hijares?

Todo esto habria podido explicar la espresion pintada en el semblante del nocturno caballero, su frente, ora cubierta de mortal palidez, ora encendida con el rubor de la indignacion; su sonrisa, que él habria querido tornar irónica y que era solo dolorosa. El valiente potro, siempre, aguijoneado por la inmerecida espuela, eruzó como una exhalación las calles de Lima, flanqueó la plazoleta del teatro, espléndidamente iluminada para una funcion de beneficio, y entró en unade las mas bellas casas de Valladolid.

Al hechar pié á tierra, su amo, que lo cuidaba con el anhelo cariñoso de un árabe, apartóse de él con despégo abandonándolo en manos de un criado, sin darle siquiera una mirada; y taciturno, sombrío, atravesó el patio y se dirigió al principal.

Su mano iba á tocar el boton dorado de la mampara, cuando esta se abrió dando paso á una jóven suntuosamente vestida, que al verlo retrocedió, con un ademan de gozosa admiracion.

—:¡Qué feliz casualidad! esclamó.

¡Y no habia de decir que la dicha me acompaña! Tú aquí! tú aqui en el momento que contrariada, rabiando con toda la susceptibilidad de mis nervios. ..... Figúrate primo mio, que, sin