58 PANORAMAS DE LA VIDA
cambiado de dueño: otro poseia su amor. Alfredo no quiso pedir el olvido al tiempo: pidió á la muerte su reposo eterno. Que duerma en paz!»
El héroe de esa trágica leyenda, aquel desgraciado Alfredo W., era el jeneroso protector que habia amparado mi soledad en los desfiladeros del Tacora. ¡Fatalidad! ¡Fatalidad!
Un aullido lúgubre respondió á esta siniestra palabra que yo pronunciaba entre lágrimas. Era mi lebrel que habia venido á colocar su cabeza sobre mis rodillas, y me miraba con ojos extraviados. A poco lo ví vacilar y caer.
El pobre animal estaba envenenado, y espiró entre horribles convulsiones, fijando en mí su cariñosa mirada. ....
En breve, yo misma, casi moribunda, y el corazon destrozado, me alejaba de aquella ciudad donde habia presenciado tantos horrores.
En el pueblo de M. encontré la casa parroquial desierta, El cura, y el huérfano adoptado por él, habian sido arrebatados por la horrible epidemia.
Al desandar mi camino, encontraba marcada con ruinas la huella de 1mis pasos. ¡Fatalidad! ¡Fatalidad!
Y al llegar á Lima, en fin, la bella O. vino á mi encuentro vestida de luto triste y llorosa.
Ella tambien habia sufrido la fatal influencia.