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UN VIAJE ACIAGO 47

el Mauri comenzaban á alejarse, apartándose bruscamente en la abra de Santiago, dejaron descubiertas la pampa de ese nombre, y la magestuosa cordillera de oriente, con sus tres magníficos nevados. —Illimani, HMlampu y Sorata, altares sublimes del Dios Vivo, á cuya vista el alma se recoje y ora.

Mi primera, impresion se tradujo en llanto: llanto al que, por una estraña intuicion, se mezclaron los nombres de mis hijas:

Mercedes ! —Edelmira ! —Clorinda !—exclamé, ante esas tres maravillas de la creacion.

En ese momento, una niebla sombría, surcada de relámpagos, se abatió de repente como una larga faja sobre el Ullampu y el Illimani, al mismo tiempo que de un cúmulo de nubes amontonadas sobre la cumbre del Sorata, se desprendía un vaporoso fragmento “que tomó luego, en contornos vagos, la forma de un ángel; y elevándose lentamente, se desvaneció en el


azul profundo del cielo.

A esa vista mi corazon se estremeció, y la terrible amenaza del misterioso penate de la chulpa resonó en mi alma.

Mientras yo caminaba absorta en mis pensamientos, el arriero, en la esperanza de matar el soroche, se habia bebido toda la porcion de espíritu de vino que llevábamos; y de bruces sobre el cuello de la mula, se dejaba llevar, en una completa embriaguez. En