UN VIAJE ACIAGO 43 le pregunté, riendo, si queria preguntarle algo sobre Cochabamba.
Imposible me seria pintar la expresion de gozo con que ocojió mi oferta. Acercóse á mí y esperó con mudo recogimiento á que yo llenara las formalidades del rito.
Era el idolifo una vasija pequeña que representaba un guerrero indio con el carcaj á la espalda y apoyado en su arco. Los bordes del receptáculo estaban ocultos entre la toca de plumas que cubrían su cabeza, y el pedestal encerraba una especie de tambor donde sonaba la voz desde que la vasija se llenaba de agua.
Vertí, pues, el resto de mi vaso dentro del idolito»
y lo puse en las manos del jóven, que lo aplicó al oido y cerró los ojos.
A poco lo ví palidecer.
Preguntéle que habia oido.
—Un llanto mezclado de ayes profundos—me respondió, y me devolvió elidolo. Yolo apliqué al oido á mi vez; y escuché distintamente, pronunciada y repetida con un acento semejante al latido de un péndulo, esta palabra siniestra:
—¡ Tiembla!
Mi compañero se repuso luego, y rió de su emocion. Era jóven, y el sol de su dicha alumbraba su alma; pero yo, que habia vivido y sufrido mucho, era ya supersticiosa, y volví los ojos hácia atrás con