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EL POZO DEL YOCC1 413

verla y dar el alma en ese corto espacio, un mundo de felicidad. Vamos!

Atravesó el frente meridional de la ciudad, siguió á lo largo aquella misma calle que en otro tiempo vino á buscar otro hombre, como él ahora, nocturno y furtivo.

Pero en vez de detenerse ante la puertecita oculta por la fronda, y que dió entrada al antiguo guerriliero, el incógnito dobló el ángulo de la calle, entró en otra, flanqueada de elevados edificios y se encontró ante la fachada de una casa de aspecto secular, pero ostentando por todas partes una bella arquitectura.

El embozado se detuvo ante el espectáculo estraño que se ofreció á sus ojos.

En el átrio de aquella casa dos hileras de hombres vestidos de ceremonia tenian en las manos cirios, y las puertas abiertas de los salones lujosamente iluminados dejaban oír de tiempo en tiempo, en el interior, el tañido de las campanillas del santuario.

Un sudor frio inundó las sienes del desconocido.

Abrióse paso entre la multitud, y mezclándose á ella, penetró hasta las cámaras interiores de aquella suntuosa morada.

Un gemido de dolor y de rábia se escapó de su

pecho.