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396 PANORAMAS DE LA VIDA

—La opulenta heredera !

—El ángel tutelar de los desgraciados !

—Agquella á quien el corazon ama con un amor inquebrantable, desesperado, fatall—murmuró un hombre que, sentado en el ángulo mas apartado del wagon. tenia fijos en ella los ojos.

Digna era en efecto, la jóven, de esa lisonjera ovacion ; porque nada habia comparable á la belleza de su rostro, aldonaire de su cuerpo, á la gracia de sus maneras, y al encanto irresistible que de todo su ser emanaba.

Ella percibió el incienso que aquellos murmullos encerraban. Ruborizóse con tímido gozo, y dirijió en torno una dulce mirada.

Mas, casi al mismo tiempo, volviéndose con expresion de disgusto—El!—exclamó—;¡ siempre él! por todas partes él !

—Yo lo ví desde que tomamos asiento en el wagon—dijo una de las jóvenes que acompañaba á Feliza, ambas hermanas suyas.

—Yo tambien—añadió la otra.

— Dios mio! — continuó Feliza — comienzo á comprender el tormento de aquellos que se creen asediados por la presencia del espíritu maligno. Yo me encuentro en igual caso que esos desventurados. En el paseo, en los bailes, en el templo, allí está él, mezclándose á todos los actos