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FELIZA 391

—Va en auxilio del administrador de la estancia y de su familia atacados de una terrible pulmonía que les trajo el último pampero.

Con grandes recomendaciones de silencio, confiómelo esta mañana el boticario de casa.

—Marieta—me dijo en tanto que confeccionaba las recetas ordenadas por el médico— ¿sabes que tu señora es un angel á quien estará reclamando el cielo? Va á correr cuarenta leguas solo para constituirse enfermera de unas pobres gentes que sufren desamparadas en un rincon de la campaña.

—;¡ Dulce y misericordiosa para todos !—murmuró Enrique, con sombrío acento—para mí solo cruel y despiadada!

Y su voz trémula, denunciaba el llanto.

—;¡ Lágrimas !—exclamó Marieta, conmovida.

—Si—repuso él—lágrimas! pero un dia, el dia que entre ella y yó se interponga un rival... . ¡sangre!

—Ah! señor! ¿haríame usted arrepentir de haberlo creido digno de mi señora? .....- sangre! Habréme hecho, tal vez, la cómplice de un asesino ?

—Cómplice! ¿ Y no lo fuí yo de tu hermano cuando comprometiendo mi posicion lo liberté del patíbulo?

Marieta, consternada, inclinó la frente.

—Es verdad !—dijo con voz sumisa-—nO Soy yO