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374 PANORAMAS DE LA VIDA

aparecíame con su larga cabellera y sus grandes ojos negros de dulcísima mirada.

Y la luz de los cirios me parecía el fulgor de su auréola: y el humo del incienso un místico nímbo que iba á arrebatarla de la tierra á las celestes regiones.

El tumulto de la gente que se retiraba, concluida la fiesta desvaneció mi estático arrobamiento ; pero aquella que lo produjera habia desaparecido, sin que me fuera dado divisarle, á pesar de que, apostado en el atrio del templo, mis miradas abarcaban, en toda su prolongada estension, las tres calles que desde allí se descubren.

Al siguiente dia, aguardando con ansia febril la hora de salir del colegio, y estremecido de gozo al oirla sonar, corrí hácia ese lugar donde hacía veinticuatro horas moraba mi espíritu.

Las puertas del templo estában cerradas: sus campanas mudas.

El mes sagrado habia llegado á su fin, y con él las fiestas en que yo esperaba encontrar á la criatura encantadora cuyos negros ojos fulguraban en mi mente como dos radiosas estrellas.

Desde entonces, rondador incansable, desertaba la casa paterna para ir á pasar las noches recorriendo las calles anexas á la parroquia del Socorro, asomando álas puertas, escuchando, pegado el oido