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CAMILA O'GORMAN 373

la otra un abanico de marfil, con el que de vez en cuando echaba hacia atrás los pliegues de su velo.

La encantadora falanje se detuvo á la puerta del templo del Socorro, cuyas campanas repicaban llamando á las solemnidades del mes consagrado á la Vírgen María.

La jóven de la negra cabellera paseó en torno una mirada rápida, cual si buscara algo, y penetró con sus compañeras en la nave sembrada de flores y suntuosamente iluminada.

Vila, seguida de ellas, abrirse paso entre la multitud, subir á lo alto del santuario, de donde muy luego, acompañada de los acordes melodiosos del piano, elévose una voz celestial entonando el Ave maris Stella.

Aquella voz era la suya : decíamelo el corazon; por que se combinaba con toda su persona el maravilloso contralto que llenó los ámbitos del templo, alternado por las majestuosas armonías del órgano.

Las notas de aquel sagrado cántico se exhalaban impregnadas de amor; pero de un amor humano que palpitaba en cada una de sus modulaciones, y hacia vibrar todas las fibras de mi alma.

El canto habia cesado, y yo lo escuchaba todavia en mi corazon; y la imágen de la bella cantora