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hallar una habitacion de precio proporcionado á su miserable situacion, pero llegada allí, encontró tan caro aun el alquiler del mas pobre cuartucho, que se veía en la necesidad de regresar á Lima, y resignarse á ver morir á su hija.

—Oh! no será así! —exclamamos á la vez, mis hermanas y yo —¿No es verdad, Manuelita ? — decian ellas, pensando en los doscientos soles que tenia en mi cartera

—Ciertamente ! — Y llorando, á la vez que de pena, de gozo al remediar aquella desgracia, tomé mis diez billetes de veinte soles y los puse en manos de la señora, que me miraba, muda de sorpresa y de enternecimiento. Luego, auxiliada por mis compañeras, alquilé un bonito cuarto con ventanas al campo y todo amueblado, compramos varias provisiones, trasladamos á la enferma, y limitando hasta allí nuestro paseo, regresamos muy contentas, no sin visitar los bellos jardines de Miraflores.

— Ven á mis brazos, noble criatura !—exclamé, llorando á mi vez, de enternecimiento.—La santa Obra con que ayer celebraste el dia de tu natalicio habrá sido glorificada por los ángeles en cánticos celestiales.