UN VIAJE ACIAGO 33
corriendo en mi alcance ú carrera tendida, vino ú ponerse á mi lado.
Era.el bardo del soneto, enviado por Modesto para hacerme compañía. Montaba un potro tordo, que llamó mi atencion por su extremada belleza, y lo manejaba con garbo sin igual.
En la necesidad de aceptar la compañía de un desconocido, con quien nada podia hablar que me fuese personal, propúseme estudiar á este muchacho cuyas miradas triscaban á vueltas de una helada gravedad.
No necesité emplear astucia alguna para descubrir en él un fanfarron de escepticismo que, bajo la apariencia de un libertino, encerraba una alma tierna, candorosa y buena.
Notando que se volvia con frecuencia para mirar hácia atrás, adiviné el deseo de ver llegar al arriero, para entregarle mi custodia y regresar á Tacna. En consecuencia, finjí la resolucion de pasar la noche en el caserío pintoresco de Calana; y para mejor persuadírselo, eché pié á tierra en la primera puerta, díle las gracias y lo despedí. Mas, apenas el primer recodo del camino hubo ocultado á mi gracioso acompañante, subí sobre una piedra, recobré el estribo y me puse en marcha de nuevo.
Era una hermosa tarde de primavera, serena y
tibia. El sol iba á ponerse, y yo corria á todo el 3