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IMPRESIONES DEL DOS DE MAYO 319

alargaron para recibirlo; se inclinó hasta el suelo para que tomaran el otro sin causarle daño, y partió á carrera tendida, volviendo muchas veces con la misma carga.

Sin embargo, en cada uno de esos viajes atravesaba de sur á norte la línea de baterías, con los espacios desabrigados que lo separaban, barridas á cada minuto por huracanes de metralla. Pero ¿que mucho, si ese hombre se llamaba Alvarado Ortiz?

Entre tanto las detonaciones del cañon empezaban á ser menos frecuentes, sucediendo á ellas una tempestad de aclamaciones, que se elevaba, estendiéndose desde el Callao hasta las torresde Lima, á vista de la derrotada escuadra, que, mohina, maltrecha, y acosada por los brutales adioses del Victoria, del Loa y del Tumbes se retiraba al fondeadero, que no debia abandonar sino para ir á ocultar su vergijenza en las lejanas aguas de Filipinas.

La noche habia oscurecido, y al gozo del triunfo comenzaban á mezclarse mortales inquietudes, los gemidos de los moribundos nos record aron con terror

los deudos y amigos que habian ido al combate, y que á esta hora se hallarian quizá tendidos en tierra, muertos ó espirando sin socorro alguno. —Al Callao! al Callao !—clamaron muchas voces. Y una larga caravana de mujeres partió de Baquíjano. Caminábamos, costeando la banda derecha del