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316 PANORAMAS DE LA VIDA

de hierro, rasando el agua, fué á hundirse en su seno, rompiendo la coraza de acero que la cubria.

El combate se empeñó entonces, crudo, terrible. Las granadas se elevaron en todas direcciones; describiendo humeantes parábolas, venian á caer sobre la muchedumbre, que lejos de huir se arrojaba sobre ellas y las desarmaba.

—En nombre del cielo, señoras, bajen ustedes de esa torre—esclamaba el gobernador.

Los enemigos tienen cañones de mucho alcance, y puede llegarles una bala.

—Envíenos usted mas bien la bandera de la gobernacion para hacerla flamear en esta altura y que nos miren los godos, —respondió la señorita Juana B.

Una salva de aclamaciones estalló en ese momento, ahogando el ruido del combate.

¡Qué la motivaba!

Una de las naves españolas, yacía de costado y mojaba sus mástiles en el agua. Vino otra á ocupar su lugar y el fuego continuó de una y de otra parte nutrido y mortífero.

En lo mas encarnizado dela lucha vióse de repente surjir un hombre pegado al asta de una bandera de las baterías, arrollada por el viento, elevarse con la ajilidad de un acróbata, llegar á lo alto, dar al aire el pabellon nacional, y descender lentamente, desafiando las balas qne llovian sobre él.