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258 PANORAMAS DE LA VIDA

—Ese mal efecto se llama rencor—la dije, con severidad—y yó, que recibo vuestra confesion, yo ministro de Dios, os ordeno en su nombre que llameis á vuestro hermano y le deis el ósculo de perdon— Hágase la voluntad de Dios—murmuró la jóven, inclinando su pálida frente. Y yo, haciendo montar á caballo á un hombre de la familia lo envié inmediatamente á Lima.

La enferma fué una brillante joya del gran mundo; codiciada por su belleza y sus virtudes. Mas, ella, que recibió siempre indiferente los homenajes de los numerosos pretendientes que aspiraban á su mano, fijóse al fin, en un jóven militar, valiente, buen mozo y estimable; pero que por desgracia se concitara la enemistad del hermano de su novia en una cuestion política. Nada hay tan acerbo como un odio de partido; y si el oficial sacrificó el suyo al cariño de la hermana de su enemigo, éste prohibió á aquella recibir al militar, sublevó contra él á la familia, y rompió la union deseada.

El jóven oficial, desesperado, se suicidó; la pobre niña se moria, y el hermano entregado á profundos remordimientos, deploraba amargamente la fatal locura que lo arrastró á causar tantos desastres.

En tanto que mi enviado marchaba á Lima, la enferma entró en delirio.—No vengas, Eduardo— decia, con futigoso acento —quiero morir en paz; y tu