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EL POSTRER MANDATO 25

negra que los viejos decian ser un destello de la luna.

La multitud se apiñió ansiosa en torno de la roca sobre cuya cima se hallaba un hombre de pié é inmóvil como un fantasma.

—Sabeis quién soy yo ?—dijo con voz breve.

—Un enviado del Inca!— respondió la muchedumbre—El hijo del Sol habla por tu boca. ¿Qué nos ordenas?

—Veis estas cuatro montañas que nos cercan? Sobre esta roca donde siento mis pies, el primer rayo del sol de la mañana alumbrará la cima de la quinta, tan semejante álas otras, que el ojo mas penetrante no pueda distinguirla.

A estas palabras la multitud desapareció silenciosa, y la cañada quedó solitaria; y luego, en el mismo silencio volvió á invadirla, no una sino muchas veces, ejecutando, en el curso de la noche, una obra maravillosa.

Al siguiente dia, el primer rayo del sol alumbró la cima de la quinta montaña, tan agreste como las otras y, como ellas, cubierta de cactús y musgos seculares.

Al mediar de la venidera noche oyóse todavia la pucuna imperial. Los pueblos, despues de haber adorado postrados su sacra voz, siguiéronle por las estrechas gargantas de una montaña sombría, en cuya cumbre la trompeta se detuvo al borde de un