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UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 243

Una masa enorme de cabellos largos, erizados y lacios, coronaba esta cabeza y añadia sombras al rostro de un color oscuro y sangriento donde relampagueaban con rabiosa fiereza unos ojos profundamente negros. Para completar este horrible conjunto, un labio naturalmente contraido, mostraba dos hileras de dientes blancos, apartados y agudos.

Tanto me impresionó la vista de ese hombre que no encontré estraño hubiera producido el mismo efecto en varios individuos, que, diseminados en diferentes puntos de la sala, sele iban insensiblemente acercando, por medio de un cambio de asiento, y habian acabado por formar un círculo en torno suyo. Situado en mi escondite, al fondo del escenario, abrazaba yo con una ojeada todos estos detalles.

A la derecha, un pozo distante del círculo tirado al rededor del hombre cobrizo, un anciano, al parecer oficial de marina, mirábale tambien fijamente; pero aquella mirada estaba impregnada de un rencor doloroso, visible en todos sus movimientos.

Mi entrada en escena precedia el fin del acto. Canté con una distracción que me falseó todos los finales. Pero por mas que me esforzaba para atendes á la orquesta, mis ojos y mi pensamiento no se apartaban del drama que se representaba en la platea, y que comenzaba á tomar proporciones inquietantes.