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UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 233

casualidad en la construccion del buque, y tan disimulado por el ajuste de dos tablas, que solo ojos tan perspicaces como los suyos podrian descubrirlo. Aterrada como yo, al recuerdo de la carta de Isacar, ocultó allí el oro y las letras, y formó el plan de aquella farsa, con la que echó tierra en los ojos de aquellos bribones redomados.

Sin embargo, apesar de la seguridad en que nos dejaba el engaño en que yacían los bandidos, la presencia de Estela entre ellos, me llenaba de inquietud. Elsueño habia huido de mis ojos y pasaba la noche á la puerta del camarote de Estela, de pié, inmóvil, el oido atento, la mirada perdida en las tinieblas y apretando en la mano el mango de un puñal.

En fin, un dia al través de las primeras nieblas del otoño, divisamos la bandera del Perú izada en lo alto de un torreon.

Una hora despues habíamos llegado al Callao.

A vista de este puerto, de donde habia partido con su hermano, una lágrima rodó de los ojos de Estela. Pero ella la enjugó con prontitud y volvió á su triste serenidad

Apenas echada el ancla llegó la visita de la aduana.

Un pensamiento vinoá asaltarme, importunándome bajo la forma de un doloroso deber. Allí estaban