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UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 231

cuando me presenté al capitan que se hallaba á proa con el piloto y el sobrecargo, creí haber visto ya otra vez, y así, juntos, aquellos rostros morenos y solapados.

Paséabame sobre cubierta preocupado por la idea importuna de un recuerdo que se alejaba al llegar á los bordes de la memoria, y que volvia, para alejarse Otra vez, cuando Estela, que me habia dejado parair á tomar posesion de su camarote, acercóse á mí, y murmuró á mi oído—«El Luiggi!» :

Un relámpago iluminó mi mente.

Nos hallábamos en el buque de Samuel, y en poder de los bandidos que lo habian robado; que contaban para enriquecer, con el oro de los pasageros que arrojaran al mar, y que no tardarian en comenzar por nosotros.

Por mas que me pesara alarmar á Estela, tuve que instruirla de nuestra desesperada situacion.

Pero con gran asombro mio, su semblante abatido por el dolor, serenóse de repente revistiéndose de admirable tranquilidad.

—Señor—dijo al capitan, sonriendo con pueril indiferencia—estoy consultando á mi hermano si me será permitido pedir á V. un favor.

Al traer á bordo nuestro equipaje, una ola lo ha mojado todo. ¿Medará V. licencia para estenderlo al aire sobre cubierta ?