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UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 227

ojos de buitre y una espantosa sonrisa mostróme los dientes agudos del hombre color de cobre.

Me llevaba en sus brazos y nadaba á la orilla donde enviaba una señal, con un grito ronco y siniestro.

El terror me dió fuerzas. Hice un movimiento brusco, escapéme de entre sus manos y me dejé caer al fondo del agua.

Cuando mis piés tocaron la arena limosa del fondo —continuó Estela—dejéme arrastrar corriente abajo por elímpetu dela onda, hastaqueexhausta de aliento, hube de ir á buscarlo á la superficie del agua.

Encontréme en medio del rio, envuelta en profunda oscuridad, escuchando por todos lados gritos de angustia, gemidos de agonía. La memoria me habia abandonado. ¿Cómo me encontraba allí? ¿Qué habia sucedido? Loignoraba. Sabia, solo, que huia de un espíritu maléfico á cuyo poder habia escapado. ¿Cómo? Ignorábalo igualmente: mas, poseida de terror, apenas osaba asomar la cabeza fuera del agua lo bastante para aspirar un poco de aire; y nadaba, cortando la corriente con la fuerza que me prestaba el miedo. Ah! cuando en dias mas felices, triscando con mis compañeras en la deliciosa ensenada de Chorrillos, aprendia de Ceferino el arte de la natacion, ¿quién me dijera que habia de servirme para salvar la vida y la honra?

Alcancé por fin, la orilla, escarpada en aquel paraje