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196 PANORAMAS DE LA VIDA

orillas del rio Americano, haciendo parte de un pueblo estraño, hosco, taciturno, haraposo, diseminado entre las quiebras pizarrosas de aquellas márgenes, y excavándolas con febril actividad. Dividíase en dos campos, formados por nacionalidades recíprocamente hostiles.

Era el uno el campo de los chilenos: el otro era el de los yankees.

Sangrientos combates habian ya tenido lugar antes de nuestra llegada; combates cuyas funestas consecuencias señalaban numerosas cruces plantadas sobre montículos de tierra al borde de los senderos.

Un puesto, ó placer, la posesion de un utensilio, la mirada de una inuger, todo esto, y mucho menos, era pretesto á tremendas riñas, en que los norte- americanos caian sobre los chilenos, ó vice-versa; y los revolvers de los unos, y los puñales de los otros, dejaban sangrientas huellas en ambos cuerpos.

Los chilenos cortaban las orejas á sus prisioneros; los yankees, volviendo oprobio por oprobio, los marcaban en la frente.

Sin embargo. yal través de tantos peligros, millones de hombres, encorvados sobre esa tierra bañada de sangre, los ojos encandilados por la codicia, mudos, desconfiados, sombríos, buscaban entre la arena húmeda que removia su barreta, la áurea centella que arrancaba un grito de gozo, reprimido