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186 PANORAMAS DE LA VIDA

Despiértome, sofocado el aliento por una atmósfera densa y saturada de un fuerte olor de alquitran. Casi al mismo tiempo, un resplandor rojizo iluminó el cuarto, y torrentes de humo se introdujeron por los intersticios de las tablas.

Iba á despertar á Emilia, cuando de súbito, un golpe, asestado sin duda con una maza, hundió el tabique, y en un fondo de llamas ví dibujarse una figura colosal, que asomó la cabeza, haciendo blanquear á la luz de las llamas unos dientes agudos como los de un perro. Era el hombre color de cobre!

Apenas tuve tiempo para deslizarme debajo de la cama. Muy luego sentí sus pasos en el cuarto. Yerta de terror, no me atrevia á respirar.

Y Emilia dormia siempre.


El hombre cobrizo palpó mi cama: la encontró vacía y dirijiéndose donde dormia Emilia, levantóla en sus brazos, y saliendo por la brecha practicada en el tabique envuelto ya en las llamas, traspúsolo y desapareció.

Al sentirse asida, Emilia dió un grito que despertó á su madre; pero cuando esta acudió encontró el cuarto vacío é incendiado por las llamas: su hija habia desaparecido, y yo oculta debajo de la cama estaba desmayada.

Los gritos de la pobre madre me despertaron del