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UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 179

tahures, al rededor de un tapiz verde, jugando montones de oro; y ahora en fin, conferenciando, misteriosamente rebozado en un disfraz, con los hijos de una tribu réproba. ¿Quién era pues ese hombre?

Alejéme de allí, preocupado de una vaga zozobra. El estraño espanto que aquel hombre habia inspirado á Estela, comenzó á presentárseme como el presentimiento, ó por mejor decir, la intuicion de un peligro inminente. ¿Cuál? Yono podia señalarlo. Mirar á una mujer, sobre todo, si es linda; seguirla, nada mas natural. Sin embargo, recordando aquella mirada que habia sobrecogido á Estela en la plaza de Panamá, y que acababa de aterrarla al travez de los cristales del hotel, encontré en ella, mezclada á impetuosos deseos, una resolucion decidida,inexorable amenazante en su sombría fijeza.

En vez de ir á bordo, regresé á buscar á Estela en el consulado peruano. Mas no estaba allí, su hermano la habia llevado á casa de madama Gerard. Pero aunque esta tenia un almacen de modas, fuéme imposible descubrirlo, en aquel dédalo de calles y callejuelas.

En fin, reflexionando que no era ya el compañero de Estela, sino el dependiente de Samuel Tradi, forzoso me fué sobreponerme al inquieto anhelo que me llamaba á velar cerca de ella; y poniendo, como