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172 PANORAMAS DE LA VIDA

encerrábase en su camarote, ó bien, pasaba las noches envuelta en una capa, sentada al lado de su hermano, que velaba en el timon.

Alejandro se apercibió del sombrío humor de su compañera, y quiso averiguar la causa; pero ella le ocultó obstinadamente; y usando de la influencia que ejercia en mí, impúsome igual silencio.

La travesía, que hasta entonces fué para mi una serie de dias deliciosos, volvióseme tediosa, insoportable, y aun á precio del dolor de alejarme de Estela, anhelaba el término del viaje, que debia separarnos, en la esperanza de que el cambio de atmósfera, y la vista de nuevos objetos, disiparía el estraño pavor que le aquejaba.

En fin, al amanecer una mañana de mayo vimos alzarse en el horizonte una selva de mástiles, sobre la que flotaban las banderas de todas las naciones.

Era la bahia de San Francisco. Habíamos

llegado á California, esa tierra, objeto de tantos dorados ensueños.

Al echar el ancla entre aquella innumerable multitud de naves, notamos que la mayor parte de ellas estaban desiertas y abandonadas. Como esos navios lantásticos de los cuentos orientales,