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UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 157

á usted tan simplonaza! Al oir aquella insolencia, quise alzarme de un salto. Mi madre retuvo con fuerza mi cabeza sobre sus rodillas.

—Bien! bien! señora Gervasia—dijo con tanta dulzura, como aspereza empleaba con ella esa impertinente—mañana á las ocho llevaré esta obra al contratista, y á las nueve recibirá usted su dinero, que procuraré pagar puntualmente, en adelante.

—Cuento con ello; porque digo á usted que no aguanto mas dilaciones. Hasta mañana á las nueve sin falta. Entiende usted ?

Impedido de contentar mi enojo echando fuera á aquella bruja, me deshice en lágrimas que mi madre enjugaba procurando consolarme, pero llorando ella tambien furtivamente.

Al siguiente dia dejaba el colegio para entrar como dependiente en casa de un judio italiano negociante en joyas y quincalleria.

Samuel Tradi era un hombre de voz dulcísima y cariñosas palabras; pero avaro y codicioso, como hijo de su raza. Habitando un pueblo donde las dulces virtudes de la mujer hacen de la vida doméstica, un verdadero paraiso, vivia solo, y el corazon vacío de todo linaje de afecciones, colocado entre la caja y los escaparates de su almacen.

Cuando se hubo convencido de mi aptitud en el manejo de los libros, y la redaccion de su