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que realzaba sus gracias con el pintoresco traje de las hijas de la Grecia.
—Por aquí, teniente. Sigamos esta alameda de acacias que conduce al sagrado monte.
—Dónde me llevas, padre?
—Al santuario de Nuestra Señora de la Guarda. Recuerdas que hicistes un voto.
—Sí, en aquella horrible pesadilla.
—Esa pesadilla, Elena, fué una realidad.
FIN DE UN DRAMA EN 15 MINUTOS