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UNA VISITA AL MANICOMIO 133

sombrosa, agreste á la vez que cultivada, estendía en un largo espacio su verde fronda poblada de armoniosos rumores.

—En este lado del edificio, continuó la hermana Teresa—hay una habitacion aislada con puerta y ventana al huerto. En ella he alojado á Delfina, que tanto por las miras de su padre, como por que no es el médico de la casa quien la asiste sino la doctora Retamoso, debia permanecer aquí oculta á las miradas de todas, ignorando su hospedaje desde el capellan hasta los empleados del establecimiento. ¿Quiere usted esperarme aqui en tanto que voyá prepararla á esta visita? Pero quizá tenga usted miedo de quedarse sola.

—Oh! no, madre! Soy acaso una muchacha?

Pero cuando la blanca toca de la hermana Teresa, hubo desaparecido entre el ramage, púseme á temblar, y un estraño terror invadió mi mente.

—:¡Si estuviera yo loca, y que la visita á este sitio temible, la mision dada por la hermana Teresa y las escenas del jardin, fueran otros tantos desvaríos de un cerebro enfermo!

Y un sudor frio bañó mis sienes y alzando los ojos al cielo, oré con fervor, pidiendo á Dios que apartera de mí aquella horrible alucinación.

—Psit! psit!—oí decir de repente, y mirando en torno inquieta, ví venir hácia mí, ocultándose entre