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1382 PANORAMAS DE LA VIDA

—Cuide usted su voz para las letanías del rosario.

—Ya, ya, madre; héme aquí silenciosa. Y nos despidió con un magestuoso ademan.

Mas allá, sentada en una piedra, juntas las manos y los ojos elevados al cielo, una hermosa italiana

cantaba el «Stabat mater.» Habíala vuelto loca la muerte de su hijo asesinado

en sus brazos por los celos de un marido feroz.

No lejos de ella una docena de lindas jóvenes cuyos cabellos cortos indicaban la aplicacion de la nieve á sus enfermos cerebros, sentábanse en semi-círculo, y figurándose en el teatro, aplaudían sonriendo aquel canto lastimero.

Luego, alzándose como una bandadadeaves corrieron á cojer flores que entretegian con sus nacientes rizos, mirándose en el agua azulada delos estanques: despues, separándose en parejas derramáronse por todos los senderos del jardin, unas silbando á los Pájaros, otras llamando á las nubes; esta platicando cariñosacon el tronco de un cipres, aquella procurando estrechar en sus brazos un rayo desol que se deslizaba entre dos ramas; y todas cantando, bailando, riendo.

Habíamos llegado al fondo del jardin.

—Esta puertecita da entrada al huerto—díjome la hermana Teresa abriéndola con una llave que tomó de su bolsillo.

Una vasta selva de árboles frutales, fresca,